sábado, 18 de agosto de 2012

Lo que me haces sentir



No  recuerdo  la  primera  vez  que  pensé  en  besarte,  fue  sólo  una 
idea fugaz que cruzó mi mente, pero sólo fue eso, la primera. 
Una vez tras otra la idea aparecía en mi cabeza, y a veces no sólo 
como  una  idea,  sino  como  un  fuerte  deseo.  Quería  abrazarte 
contra  mí  y  fundirme  contigo,  pero  jamás  lo  creí  posible.  Era 
como ese sueño inaccesible que debes contentarte sólo con soñar, 
como  ese  amor  imposible  que  nunca  podrás  tener,  pero,  bien 
sueño,  bien  amor,  me  valía  con  que  existiese,  pues  me  hacía 
sentirme bien, divertida, en ocasiones llegaba a avergonzarme de 
mis pensamientos tanto que los colores poblaban mi rostro. 

Pero el otro día, un rayo de esperanza iluminó mi deseo, descubrir 
lo  que  habías  escondido  en  tu  corazón  y  tu  mente  tanto  tiempo, 
me  hacía  temblar  de  emoción,  me  hacía  estremecerme,  y  casi  no 
podía  escribirte  en  mi  ordenador.  Si  te  hubiese  tenido  allí,  no 
habría  podido  resistir  el  no  pegarme  a  ti  hasta  quedarme  sin 
aliento.  Lo  que  había  deseado  y  temido  a  la  vez,  ¡se  estaba 
haciendo  realidad!  También  habías  pensado  besarme,  también 
querías hacerlo, y no podía creerlo. Dejé que hablaras, dejé que te 
confesaras conmigo, que sacases todo aquello que  te agobiaba,  y 
luego, fue mi turno. El corazón quería salírseme del pecho, apenas 
atinaba  a  escribir,  y  las  lágrimas  empañaban  tanto  mis  ojos  que 
casi  no  podía  ver  la  pantalla.  Sólo  el  ordenador  me  unía  a  ti,  y, 
precisamente, era lo que me separaba de tu lado. 

Ese  día,  viví  en  una  nube,  sólo  pensaba  en  ti,  en  cómo  sería 
besarte. Recordaba momentos a tu lado, tus ojos, tus sonrisas, tus 
bromas… sólo quería verte, pero tú no estabas. 
La  noche  siguiente  acortó  un  poco  el  hilo  que  unía  mi  nube  a  la 
tierra.  Existía  un  fantasma  en  tu  vida  que  se  interponía  ante  mí. 

Tus  continuas  comparaciones  con  ella,  tus  recuerdos,  tu 
idolatración por aquel momento, ponían una barrera entre tú y yo. 
Pero no importa, creo que podría romperla y acercarme del todo a 
ti, tocarte sin que me rechaces por miedo a lo que sientes, mirarte 
sin  que  te  dé  vergüenza  que  sepa  lo  que  esconde  tu  corazón, 
hablarte en susurros al alma compartiendo los sueños, besarte sin 
tener que preguntar primero. Eso es lo que deseo ahora, lo que he 
deseado sin saberlo más tiempo del que creí. Sé que tienes miedo, 
y mentiría si dijese que yo no. No sé qué puede ocurrirme mañana 
y, ante todo, sé que no quiero herirte, pero no puedo evitar desear 
besarte  pese  a  todo.  Lo  que  siento  por  ti  me  empuja  sin  control 
hacia delante, a tratar de vencer el miedo, a olvidar el mundo que 
nos  rodea, a crear un  instante en el que  sólo  existamos tú y  yo y 
alargar ese instante eternamente. 

Quizá  son  castillos  en  el  aire,  pero  hace  tres  días  que  nos 
confesamos  y  sólo  puedo  pensar  en  ti,  en  cómo  será  la  primera 
vez que pruebe tus labios, en dónde sentiré tu calor mientras nos 
abrazamos, en cuál será la excusa que haga posible este sueño. 
No  puedo  evitarlo,  en  cada  clase  te  tengo  en  mi  cabeza,  cuando 
voy  en  metro  o  en  bus  no  puedo  leer  porque  no  me  dejas,  estoy 
hablando con alguien y, de repente, esa sonrisa de “estúpida feliz” 
aparece  en  mi  cara.  Sólo  han  pasado  tres  días  y  toda  mi  cabeza 
gira en torno a ti, no puedo evitar nombrarte a la menor ocasión, 
releer  nuestras  conversaciones  una  y  otra  vez,  el  cuento  que  me 
mandaste, cuyo final desearía que fuese el nuestro. 

Sé  que  no  sería  fácil,  pero  eso  no  me  importa;  sé  que  en  unos 
meses te marcharás y un año se interpondrá entre tú y yo, pero no 
me  importa;  sé  que  tienes  miedo,  pero  no  me  importa;  sé  que 
sigue  existiendo  un  fantasma,  pero  no  me  importa…  No  sé  si  lo 
entiendes, pero no me importa nada que no sea lo que siento por ti 
y lo que puedas sentir tú por mí. ¿Qué es? No me atrevo si quiera 
a  imaginarlo,  sólo  sé  que  me  está  haciendo  extrañarte  como  a 
nadie,  que  sé  que  estás  a  dos  horas,  pero  me  parecen  dos  años; 
que me hace latir el corazón tan acelerado cuando pienso en ti que 
sólo puedo oírlo  a él;  que  me hace temblar como  un flan aunque 
aparente serenidad al mundo; que me hace temer besarte una vez 
porque no sé si sabré parar después. 

No entiendo qué ocurre, ni porqué, sólo sé que te has metido en mi vida y no quiero que 
salgas porque te quiero. 

No hay comentarios:

Publicar un comentario